Palabras del Presidente Gustavo Petro en la inauguración del edificio de ciencias básicas de la Universidad de Córdoba
Yo sé que un evento en cabildo estudiantil constituyente sería más largo y ustedes quieren discutir muchos temas.
Estoy recorriendo el Caribe occidental desde el Urabá hasta Cartagena, donde llegaremos mañana y tenemos limitaciones de tiempo. Quise venir aquí por muchas razones.
Una, porque obviamente parte de mi lucha política en los últimos 20 años estuvo ligada a la Universidad de Córdoba.
En este momento en que se ha pedido que el pueblo se constituya, es decir, que adquiera el poder de decidir sobre temas fundamentales que el país, a través de sus ramas del poder público no ha podido resolver, ni con el Ejecutivo ni con el Legislativo ni con el judicial, que en muchos campos ha sido desacatado.
Y temas fundamentales que tienen que ver, por ejemplo, con la educación pública en Colombia o con el agua potable en Colombia.
La Constitución del 91 propuso, y fue aprobado así en la Asamblea Nacional Constituyente de aquella época, hace más de 30 años, que las inversiones públicas de Colombia, incluso más allá, que los ingresos corrientes de la Nación, todo lo que le ingresa al Estado corrientemente, cada año, tendría un porcentaje creciente dedicado a la educación pública en Colombia.
Eso hubiera hecho, así fuese mínimo el porcentaje de crecimiento año tras año, que casi 200 billones de pesos, oigan esa cifra, casi 200 billones de pesos de hoy se hubieran invertido en la educación pública de todos los colombianos y las colombianas en los últimos 30 años.
De eso no se discute en la prensa. Esa deuda ni aparece, ni por recuerdo, en las esquinas de los periódicos, de la televisión.
Se habla, eso sí mucho, de que cómo es posible que podamos traspasar de los 100 billones de pesos que cada año se dan a la salud los dineros directamente a los hospitales.
Se amarran congresistas en un porcentaje, y los medios de comunicación fundamentales, a que esa plata pública tiene que ser manejada por multinacionales extranjeras privadas y algunas nacionales que, entre otras, están comprando congresistas a través de la financiación de las campañas políticas.
Mientras tanto la república, como ustedes, ven destartalada en todas las regiones de Colombia y millones de colombianos en esas mismas regiones pobres sin atención médica.
Eso se habla hoy mucho porque el gobierno propuso quitarlos del camino, quitar la intermediación y dirigir directamente los recursos a clínicas y hospitales en Colombia.
Incluso hoy la Procuraduría, espero que no la procuradora, no creo, o una malinterpretación de la prensa, ya veremos, dice que le pide al ministerio de Salud que no financie el envío de médicos, médicas, a los lugares pobres de Colombia a atender niños, niñas, viejos, familias.
Es decir, que no financiamos el sistema preventivo de salud, porque, dice ella o sus funcionarios, que la Corte Constitucional ordenó que no se hiciera.
El día que la Corte Constitucional ordene que el gobierno no puede financiar médicos y médicas para atender niños y niñas a punto de morir en las regiones de Colombia es mejor apagar la inteligencia del país totalmente.
En educación pasó eso. Estamos hablando de la inteligencia. ¿Qué nos separa a nosotros de la animalidad? Somos animales, todos sabemos, también.
¿Pero qué es lo que nos separa incluso de nuestra propia animalidad, sino es nuestra capacidad de razonamiento que no tiene otra especie?
Estaba viendo un programa de Netflix, y dicen que antes de los humanos hubo algunas especies que lo lograron, medio medio, pero hoy por hoy la especie humana es la que alcanzó un nivel que la vuelve dominante en el planeta, que es tener la inteligencia.
Y la inteligencia, como la tierra, se cultiva. No está, no aparece per se. Es un campo fértil. El cerebro y la tierra aquí sí que se juntan ambos. Cuando se juntan ambos, hay una posibilidad de civilización.
Aquí tenemos la tierra fértil, que ojalá pudiéramos cultivar, y aquí tenemos los cerebros que hay que cultivar.
Se cultiva con esos aparatos, se cultiva, sobre todo, con las profesoras y profesores.
Con la transmisión del saber de fuera del país, de dentro del país, del saber occidental o de los saberes civilizatorios de otras partes o de nuestro propio saber popular ancestral, etcétera, el saber se transmite y crece.
Hay un pedacito del tema de la energía que no está muy bien explicado, ahora que estamos en una Facultad de Ciencias Básicas, y es que obviamente consumimos una energía para producir más saber, es una actividad cerebral colectiva, no es un genio, son muchísima gente construyendo conjuntamente el pensamiento, pero lo que produce ese pensamiento es muchísima más energía.
Esa es la manera como se desarrolla el pensamiento humano, es nuestra esencia aquí.
¿Cómo se puede entender un país que decidió políticamente, después de 1991, cuando la Constitución había ordenado hacer crecer el porcentaje invertido de los recursos públicos en la educación pública cada vez más sobre el total de sus ingresos, cómo se entiende que dos presidentes hayan, con ayuda del Congreso de la República de su momento, quitado ese artículo de la Constitución?
Una vez lo hizo Andrés Pastrana. Y dijo: como los banqueros están en quiebra, 1998, se necesita ayudarlos, ahora no nos ayudan ni cinco, se necesita ayudarlos con el dinero público, luego hay que reformar ese artículo de la Constitución.
Y lo reformaron, transitoriamente. Al menos tuvo la decencia Pastrana de hacerlo transitoriamente.
Entonces, suspendieron que los ingresos corrientes de la Nación crecieran, que los recursos para la educación pública crecieran sobre los ingresos corrientes de la Nación.
Ahí se fue armando un hueco. ¿La plata se fue para dónde? Para los banqueros, y le salvaron los bancos.
Una ignominia, en mi opinión. Andrés Pastrana ahí cometió una ignominia contra la inteligencia de la sociedad colombiana.
Pero, después, año 2000, yo no recuerdo bien –año 2003 2004 o 2005–, eso que era transitorio se volvió permanente.
Entonces todos estos años, desde la reforma del 98 contra la Constitución del 91, le han venido quitando lo que hubiera podido ser el crecimiento de recursos a la educación pública.
Esta vez Uribe, el vecino de aquí, el vecino decidió volver permanente, quitar el artículo que había probado la Asamblea Constituyente sobre educación pública y dedicarlo ya no a los banqueros sino a la guerra.
Y esta sí que fue peor.
Pues yo no es que sea amigo los banqueros, pero por lo menos esa plata ahí se movería para alguna cosa, pero dedicarlo a la guerra exactamente, el mensaje del vecino de esta universidad es: les quitamos los recursos a ustedes, no permitimos que familias puedan traer más hijos e hijas a estudiar aquí, a cambio de que esos hijos e hijas se vayan es a la guerra en las montañas y se maten con las armas de la guerra.
¿Qué país en el mundo –bueno, yo ya estoy observando algunos, porque la humanidad misma entra en una fase de decadencia en estos momentos–, pero qué país habría hecho una decisión política sobre su propia sociedad, en donde la plata para los libros, para el cultivo del cerebro, para la inteligencia, se dedique a las armas para matar los cerebros en Colombia?
Un suicidio social. Uribe, el vecino, ahora ya sabemos, esa planta se usó no para que 6.402 jóvenes entraran a la universidad, sino para que 6.402 jóvenes fuesen fusilados, con armas oficiales, con munición oficial, es decir comprados con dineros públicos y con funcionarios públicos, pagados con dineros públicos. 6.402 fusilamientos.
Y la sociedad colombiana no dijo ni mu. Incluso en Córdoba no se dijo ni mu.
Se entiende por qué una sociedad no reacciona cuando, por ejemplo, tiran bombas sobre los niños en Gaza, Palestina, porque aquí se hizo ya y no nos opusimos o no se opusieron, porque yo sí me opuse.
Bueno, esto se tiene que resolver en la sociedad colombiana o nos acabamos. Nos acabamos entre nosotros mismos, además.
Aquí, allá, en cualquier esquina, nos vamos es exterminando entre nosotros. Y la sociedad colombiana pierde completamente su sentido histórico. No se va a convertir en una nación, porque su propia sociedad se suicidó, a través de las armas, la violencia y a través de no cultivar el cerebro, es decir, de embrutecerse.
Después de quitar los artículos de la Constitución en Colombia desde el poder, se ha construido es una maquinaria embrutecedora que nos hace matar entre nosotros.
La maquinaria embrutecedora provoca un genocidio en la sociedad colombiana.
La Universidad de Córdoba fue testigo de ello y de ahí mi debate hace ya unas décadas. Esta universidad se la tomaron a sangre y fuego los paramilitares.
Con ayuda de funcionarios públicos, con ayuda del delegado presidencial al Consejo Superior de la Universidad, se hicieron las listas de los asesinados, profesores y estudiantes, y fueron asesinados.
Con ayuda del delegado presidencial en el Consejo Superior de la Universidad, iban profesores obligados hacia los cuarteles del paramilitarismo para negociar qué porcentaje del presupuesto de la Universidad iba a las arcas paramilitares, para comprar las armas con que se masacraba a los campesinos en el departamento.
La Universidad del centro de la inteligencia trasladando dineros para matar al pueblo pobre y débil de su departamento.
Eso es similar a lo que algún día pasó en España después de la Guerra Civil y de la derrota republicana y socialista. En España murió un millón de personas en esa guerra, en un país que tenía 11 – 12 millones de habitantes.
Es algo similar a lo que nos pasó a nosotros un tiempo después.
Pero cuando triunfaron los fascistas, el poder negro, no el de los negros, sino el poder del totalitarismo y de la ausencia completa de la libertad, con Franco, en una de las universidades más antiguas del mundo –entre otras, ahí me condecoraron hace poco –, manejada en ese momento por la dictadura de Franco, un filósofo muy importante de España, Unamuno, que no era socialista ni republicano, estaba con el gobierno, y la dictadura lo obligó a tener que ponerle una medalla a un general, el general (José Millán) Astray.
El general (José Millán) Astray había fusilado a decenas de miles de republicanos, los había torturado, los había condenado, republicanos españoles, los había metido en fosas comunes, era un torturador.
Y le pedían al filósofo, inteligente, al quizás de lo más inteligente que en ese entonces, fuera de sus poetas, tenía la sociedad española, le decían a ese señor que tenía que ponerle una medalla al fusilador.
Y, a pesar de él ser amigo de Franco, el filósofo, dijo que no. Y apenas él dijo que no, rector de la Universidad de Salamanca, se pararon unos jóvenes estudiantes fascistas de camisa negra y gritaron: ¡Muera la inteligencia!
Ahí se centra el poder embrutecedor al máximo.
Después de haber matado a un millón de compatriotas de ellos, españoles, solo porque la dignidad de una inteligencia se atrevió a decirle a un general asesino que no le ponía una medalla.
“Muera la inteligencia” es lo que nos han gritado aquí en las últimas décadas.
Después de aprobada la Constitución del 91, la cerraron en ese capítulo: no va a haber financiación creciente a la educación pública.
El hueco dejado de percibir entre ese momento, 1998 y hoy, son 200 billones de pesos que se fueron a los banqueros y a financiar la guerra y la muerte de los jóvenes en Colombia.
¿Qué hacemos hoy entonces? Recuperar el tiempo perdido, diría, no se puede. Esos 200 billones se fueron a otra cosa, que se llama muerte. No se fueron a la vida.
Por eso nosotros sí estamos convocando el poder constituyente de la gente. Y eso significa, muchachos y muchachas jóvenes, que habría que recorrer –bueno, hoy no se necesita ni en bus, ni en burro, ni a pie–, todas las universidades públicas de este país para que se constituyan las asambleas constituyentes estudiantiles y profesorales.
Porque nosotros queremos recuperar esos 200 billones de pesos para la inteligencia de los colombianos y las colombianas.
Recuperar ese artículo derogado y volverlo a poner en la Constitución del 91.
Dicen ahí algunas de mis enemigas en los medios de comunicación, muy conocidas por todos y todas, que es que yo quiero derogar la Constitución de 91.
No. Lo que quiero es restablecer el principio democrático de la Constitución del 91, que decía que cada vez que se aprobaran los ingresos corrientes de la Nación un porcentaje mayor iría la educación pública.
Y que decía que aquí teníamos que construir un Estado Social de Derecho, cuando nos entregaron fue un país lleno de masacres.
Ese objetivo es el que queremos tener.
Por eso quise venir aquí a hablar un poco, a inaugurar esta sede, ya tendremos otra oportunidad, a inaugurar esta sede de ciencias básicas, que me parece interesante, a acordar los recursos que hoy tenemos en el presupuesto nacional para la infraestructura de la educación superior pública, porque hemos cambiado completamente el programa que traían.
Aquí hacía mucho no se le metía un peso a una facultad de una universidad pública en Colombia.
Se le metían billetales, que alcanzan a un billón de pesos anuales, para entregárselos, y agradecían obviamente las personas, para entregárselos como subsidio no a la persona sino a la universidad privada.
El Estado financiaba la universidad privada y desfinanciaba completamente la universidad pública, olvidando que si queríamos lograr mayor cobertura en la juventud colombiana, para que pudiera acceder a la educación superior, lo que había era que fortalecer la educación pública, permitiendo que la educación privada, con sus propios recursos pudiera seguir en lo que está.
Porque no es que estemos contra la educación privada. Lo que nos parece ignominia es que el mismo Estado, con sus propios recursos, que son recursos del pueblo colombiano, no financie la universidad del pueblo colombiano.
Por eso aquí queremos desarrollar en la Universidad de Córdoba el programa de expansión de la universidad a todo el departamento, a las regiones olvidadas del mismo departamento, al sur, al bajo Sinú, a las sabanas, al este.
Y, en esa medida, poder fortalecer la Universidad de Córdoba y poderle entregar al pueblo de Córdoba el resultado de un debate.
Aquí a esta universidad se la tomaron a sangre y fuego. Ahora nosotros se la entregamos al pueblo de Córdoba al pueblo de Colombia.
Ustedes decidirán las autoridades de la universidad. Nosotros decidimos poner el dinero público para que esta universidad se fortalezca.
Bueno, gracias, muy amables por haberme escuchado.